En el refrán “Yan Er Dao Ling”, “Yan” significa tapar, “Er”
significa oreja, “Dao” significa robar y “Ling” significa campana. Este refrán
viene de una fábula que cuenta lo siguiente:
En la dinastía Chun Qiu, toda la familia Fan, que era una
familia rica, fue asesinada por la familia Zhao y quedaron muchas cosas buenas
y caras en la casa. Había un ladrón que quería robar algo de la casa de Fan
donde ya no vivía nadie. Al entrar por la puerta, miró una campana grande
colgada en el patio. La campana cuyo estilo era muy precioso y estaba hecha de
bronce muy bueno de la antigua China y en ella había pinturas bastante bonitas;
valía mucho dinero. Al ladrón le gustó tanto la campana que quería llevársela a
casa. Sin embargo, la campana era tan grande y pesaba tanto que el ladrón no
podía moverla de ninguna forma. Después de pensar mil veces, el ladrón decidió
romperla y llevársela a casa trozo a trozo.
El ladrón trajo un martillo con el que golpeó la campana
fuertemente. Los ruidos fuertes de este el golpe le dieron un susto. Él estaba
preocupado de que alguien supiera que estaba robando la campana al escuchar el
ruido. Quiso tapar la campana con los brazos para que no se escucharan los
ruidos y, sin embargo, ¡cómo se podían tapar los ruidos! Los ruidos sonaron a
mucha distancia sin parar.
Le dio tanto miedo escuchar los ruidos que el ladrón se tapó
las orejas con las manos. Al taparse las orejas con las manos el ladrón no
podía escuchar nada y por eso creyó que si él no podía escuchar nada los demás
tampoco. Se le ocurrió una buena idea que era taparse las orejas con dos trozos
de algodón y golpeó la campana muchas veces sin temor. Los ruidos sonaron a la
distancia y fueron escuchados por la gente y, como consecuencia, la gente lo
descubrió.
En esta fábula, el ruido de la campana existe objetivamente
aunque te tapes las orejas. La realidad sigue ahí a pesar de que tú pienses
subjetivamente otra cosa. Lo que el ladrón ha hecho es mentir no sólo a sí
mismo sino también a otros. Si tratamos las cosas objetivas subjetivamente sin
considerarlas, comeremos frutas amargas, es decir, tendremos que afrontar o
sufrir las consecuencias aunque sean negativas.
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